miércoles, 23 de septiembre de 2009

A LA CAZA DEL CAPICÚA El boleto de colectivo extendido por el chofer quedó en el pasado. Épocas en que el anagrama numérico se esperaba con ansias.
Subirse a un Mercedes Benz curvilíneo (como el que manejaba Lebrino en la novela ochentosa) requería sacar un boleto, algo que los que tienen menos de veinte mirarían con asombro. El chofer se debatía entre manejar con pericia, cobrar el valor del viaje, dar bien el vuelto y cortar correctamente el trozo de papel numerado y de diferentes colores. Una odisea para el hombre que además tenía que pelearse con los pasajeros y los conductores. Nunca supe si el mito del millón de boletos para la silla de ruedas era verdad o no. Lo que sí recuerdo es que el capicúa era un equivalente al trébol de la buena suerte. La máquina expendedora era una realidad mundial desde hacía décadas. De este lado del universo, la cortadora de tickets ofrecía nostalgia artesana. Algunas ciudades del interior conservan la práctica vintage.

3 comentarios:

natiti dijo...

hola!! leo todas las semanas tu blog, esta buenisimo!!!! yo tengo todavia algunos boletos capicúa, me acuerdo que los Mercedes Benz 1114, algunos tenian una puerta extra al lado del chofer..y los boletos escolares de la linea que yo tomaba tenian ilustraciones de Mafalda y de Clemente, eran preciosos!! lástima que no tengo ninguno, pero los recuerdo bien, y te acordas de los boletos de tren de cartón?

Jesi dijo...

Nunca entendí para que servía la puerta de al lado del chofer!!!

natiti dijo...

hola!!yo viví las dos utilidades de la puertita: 1) a veces subia el inspector por la puertita y 2) fte a la estación del tren de Morón,antiguamente las dársenas eran dobles, y estaban frente a frente, habia algunas líneas que estacionaban los coches del lado "contrario" y subiamos al colectivo por esa puertita. =)